Diario de un poeta

Día 2


Jamás la cafeína me había afectado de esa manera, ayer mis ojos estaban soldados a mis cejas, rechazaban a Morfeo con descaro y naturalidad entre la ansiedad de las sábanas.


Reflexión de madrugada...

Hace tiempo que no veo a los camellos de mi calle, a lo mejor han expandido su negocio a otros lugares, quizás hayan cerrado la persiana, o a lo mejor pretenden ser más discretos por alguna razón que desconozco, también cabe la posibilidad de que se estén tomando unas vacaciones (siempre vienen bien) , porque es cierto que ni traficantes ni camellos asoman la cabeza.


Ahora que amanece por fin, es necesario convertirse en lagarto, dejar el sol penetrar en la piel, este tímido sol que agita mi revoloteante inquietud, desterrando mis vicios, sin hacerlos partícipes de mis hallazgos.


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