Espinas quemadas

Te has hartado de los colores
con los que te pintaba los cuadros
de cada nuevo amanecer
pegado a tu espalda.
Has destrozado todos mis pinceles
en una queimada a medianoche
(facerlas, faéslas)
y se me han clavado las astillas
en cada arteria de mi pecho.

Arranco las espinas inquilinas
permanentes de mi corazón,
en este rosal interior
que huele a tierra quemada,
tras los inocentes juegos
entre los que rebusqué
toda la inocencia que nos saquearon.

La intraluz reflejada
deja entrever toda la basura
orbitando sobre mi cabeza,
entremezclada con la resaca
que antecede cualquier día,
abriéndome de un tajo,
todas las heridas que ignoraba.

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